¿A qué huelen las nubes?,
que decían en un psicotrópico y ñoño, casi dadaísta, anuncio de
compresas de la tele. Me hubiese gustado ser capaz de salir volando como
Peter Pan para comprobarlo. Sin embargo, tampoco es imprescindible volar para caminar sobre las nubes. Existe un lugar en la superficie de la tierra en la que podréis pisar nubes.
Bueno, estoy mintiendo. No son exactamente nubes sino un esponjoso
algodón que se parece mucho a una nube. Un terreno conformado de lo que
parece espuma petrificada.
Se llama Pamukkale, también conocido como el castillo de algodón,
y está ubicado en la provincia de Denizli, Turquía, en un valle formado
por el río Menderes. Aunque parece un paisaje celestial, en realidad se
trata de una fabulosa formación calcárea de 200 metros de altura y 2,5 kilómetros de longitud.
La materia prima de esta suerte de porexpán natural está flotando en el
agua que mana de las fuentes termales del lugar, rica en creta, calcios
y bicarbonatos (de cada 250 litros, se sedimentan 500 gramos de mineral
de creta que van incrementando el tamaño, día a día, de este escenario
que parece haber sido teletransportado desde el Polo Norte).
En
el año 180 a C., se construyó en lo más alto de Pamukkale la ciudad
helenística de Hierápolis para dar acogida a todos los peregrinos que
llegaban atraídos por las leyendas terapéuticas de las aguas termales. La construcción fue destruida por un terremoto en 1354,
pero aún hoy quedan restos que se pueden visitar, como el Teatro, los
baños romanos, el templo de Apolo, las puertas de la ciudad o las tres
grandes necrópolis que rodean la ciudad y que están circundadas de
algodón blanco. Pamukkale, pues, es un lugar estéticamente
extraordinario, pero tampoco es único.
Hay otras formaciones parecidas, aunque no tan majestuosas, como las fuentes termales de Mammoth, en el parque de Yellowstone, Estados Unidos, o la fuente termal de Huanglong,
en la provincia de Sicuani, China. Lugares que dan frío con solo
mirarlos, pero en los que no precisaréis de abrigo para deambular por
ellos.
Fuente: Xataka Ciencia
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