lunes, 26 de marzo de 2012

Un experimento poco ético


Si pinchas en la fuente, podrás ver la animación y a los monjes sufriendo las descargas. 


En 1746, Jean Antoine Nollet, abad del Gran Convento de los Cartujos en París hizo una experiencia para comprobar que la electricidad se transmitía lejos y rápido. Puso 200 monjes en fila, sujetando entre cada dos de ellos un alambre de hierro de unos 7´6 m, lo que da una longitud de más de 1500 m. Produjo una descarga eléctrica, mediante su botella de Leiden y observó cómo los monjes reaccionaban simultáneamente, contorsionándose, por el shock que les produjo. Puede decirse que su experimento tuvo éxito, aunque no se sabe si los monjes opinaron lo mismo.
El éxito de la energía eléctrica ha residido en la posibilidad de transportar electricidad a grandes distancias, sin grandes pérdidas en las líneas de transporte, Para comprender cómo puede suceder esto hay que conocer el fenómeno de la inducción electromagnética para comprender a su vez el transformador, que se ve en detalle en 2º de bachillerato. Prescindiendo de esta comprensión más profunda de las causas, diremos que con corrientes alternas puede transportarse la corriente a grandes tensiones y pequeñas intensidades con lo que las pérdidas debidas al calentamiento de la línea de transporte se minimizan.

Cuando no existía la posibilidad de transportar la electricidad con pequeñas pérdidas energéticas era preciso que los generadores estuvieran próximos de los centros de consumo, por ello predominaron en esta fase las centrales termoeléctricas frente a las hidroeléctricas. Cuando se solucionó este problema, gracias a la corriente alterna y a los transformadores, pudieron estar los centros de producción lejos de los centros de consumo. En Zaragoza se construyó una central hidroeléctrica en el molino de San Carlos, alimentada por el Canal Imperial de Aragón. Esta central distaba 3 km de la ciudad de Zaragoza.

No nos resistimos a decir que uno de los primeros transportes de Europa y quizás del mundo a 30.000 voltios tuvo lugar en 1904, desde la central eléctrica de Carcavilla, en el río Gállego hasta Zaragoza (96 km)
Actualmente las líneas de alta tensión pueden transportar electricidad a 800 kV e incluso más.

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